La paternidad como oportunidad de transformación

Encarnar el rol de padre, abrirse a un amor nuevo, acoger nuevas dinámicas, emociones, responsabilidades, preocupaciones… La paternidad, cuando llega, puede sentirse como un tsunami que arrasa con todas nuestras concepciones previas del mundo, pero este tsunami no retrocede, se queda instalado y configura una nueva realidad.

Raúl Sánchez

Experto en Comunicación y Marketing, Gestalt, Eneagrama...

+ Sobre el autor

Se podrían escribir infinidad de ensayos sobre la paternidad. Tantos, como padres hay en el mundo. Por eso me parece importante advertir que cualquier descripción categórica que aquí haga sobre la paternidad, no será más que una arrogante aseveración fruto de mi humilde experiencia como padre. Quiero decir, que no vengo a poner puntos sobre íes en cuanto a qué es y qué no es la paternidad, cómo se debe o no se debe vivir, qué está bien y qué está mal hacer o sentir. Obviamente tengo mis creencias, mi opinión, mi punto de vista, aunque intento no aferrarme a ellos de manera inflexible, intentando mantener abierta la mirada a otras maneras. Existen también límites; la violencia contra la infancia nunca será debatible. Así que, entre mi esencia, mi biografía, mis percepciones y mi relación con mi hija, su desarrollo y sus vivencias, se mueven muchas cosas que me parece importante atender, para que no se diluyan en un fondo imperceptible. Esto es, por tanto y, sobre todo, una descripción experiencial en primera persona.

En mí, siempre había existido el deseo de ser padre, de formar una familia. Parte de ese deseo es fruto de haber crecido en una familia donde eché en falta una unión que siempre proyecté como realizable en aquella que formase cuando fuese adulto. Los gestaltistas sabemos que la otra polaridad del deseo, es el miedo. Antes siquiera de conocer a mi mujer, con la que formaría esta familia, ese miedo existía, de manera más o menos consciente, en cuestiones como poder lograr una estabilidad económica que garantizase una seguridad familiar.
Cuando conocí a mi mujer, ambos tuvimos claro muy pronto que queríamos ser padres juntos, lo cual ayudó a que sucediese sin mucha dilación, aunque nos cogiese un poco por sorpresa. Desde el momento en que supimos que ella estaba embarazada, el miedo en mí empezó a intensificarse o a coger más forma: desde el miedo a que el embarazo se desarrollase bien, hasta los miedos a saber acoger esa nueva vida con las habilidades que un recién nacido pudiera requerir y con las que yo me sentía tan poco familiarizado.
Durante la gestación, yo sufrí una rotura, operación y posterior rehabilitación de mi hombro izquierdo. Durante una sesión de rehabilitación, Paca Huertas, osteópata y amiga, me señaló el miedo que veía en mí cuando me movía el brazo. Como además de osteópata, también es gestaltista, aquello desembocó en una conversación donde me ayudó a poder verbalizar, por primera vez y con más claridad, todo aquello relacionado con mis temores. Y, como siempre pasa, hablar sana. Aquello me ayudó a darme cuenta de mi dificultad para tomar consciencia del miedo, de expresarlo, y es un regalo que conservo presente ya que toda aquella contención tenía por supuesto sus efectos. Fue uno de los primeros aprendizajes transformadores que me traería la paternidad.

La gestación discurrió con normalidad, así como el nacimiento, entendiendo como “normalidad” el esperado transcurso de los acontecimientos, dentro del milagro que supone y del esfuerzo y entrega de la madre en el proceso. Intenté acompañarla de la mejor manera que pude en todo ello. Cuando nuestra hija ya estuvo con nosotros, empezó nuestra etapa como familia, en la que una recién nacida necesitaba toda nuestra atención, acompañamiento, cuidado, nutrición y amor. Una etapa en la que, además, mi pareja transitaba todo lo que supone el posparto. En aquellos momentos, recuerdo tener muy presente un trabajo realizado con Victor Oribe en el SAT 4 en el que a través del movimiento corporal y la danza nos invitaba a encarnar las figuras del padre, la madre y el hijo. De alguna manera, en aquella nueva familia, todos éramos uno. En aquel momento, pude poner mi carácter en virtud y desempeñar un rol de cuidador de manera consciente y responsable. Algunos miedos se iban disipando, a la vez que iba creciendo una nueva forma de amor, hasta entonces desconocida. Un amor tan puro e incondicional que también ha supuesto una oportunidad de contacto con aspectos míos menos conscientes, como la ternura. El poder detenerme y disfrutar de algo tan sencillo como un abrazo de tres horas y media para garantizar el descanso continuado de mi hija, era una experiencia nueva para un adicto al movimiento.

Mi hija ahora mismo está a punto de cumplir dos años y se encuentra en un momento de tránsito en el que, poco a poco, va poniendo en juego su temperamento y los límites se van haciendo cada vez más necesarios. Esto de poner límites y poder sostener su llanto, es una nueva oportunidad para mí, ya que en cada límite que le pongo y su posible llantina desencadenada, siento cómo se pone en juego tanto mi paciencia, como el miedo a “que no me quiera” por frustrarla. También estoy aprendiendo a usar mi voz como modulador. Normalmente, mi voz es suave con ella, pero cuando necesito ponerle un límite, la agravo, haciéndola firme, elevando un poco el volumen quizá. Parece una obviedad, pero poner atención a los matices, me ayuda a poder modularla con consciencia y con mesura, sin pasar de la suavidad al grito de manera automática. Y parece que ella es consciente, parece que consigo encontrar puntos en los que capta el mensaje, sin asustarse. Es en esos momentos donde siento que esto de “modular” tiene sentido y donde me reconozco el poner atención a esto para no herir con una agresividad desmesurada. Aunque haya veces que no funcione, que el llanto siga, que mis nervios aumenten. Y, como en una ocasión reciente, me sorprenda ofreciéndole espontáneamente un abrazo que corre para dejarse caer en él y simplemente descargar la emoción de esa manera.

Pienso a veces, que esto de la paternidad es un acompañamiento a una vida, que tiene sus similitudes con el acompañamiento gestáltico. En el respeto al proceso, en el contraste de apoyo y confrontación, en el desarrollar potencialidades. Últimamente también pienso en aquello de que el todo es mucho más que la suma de sus partes. Somos una familia, sí, formada por una hija, una madre y un padre. Y es necesario que los adultos de esta familia tomemos consciencia de nosotros mismos, de nuestras necesidades, y podamos atenderlas o pedir ayuda en atenderlas si es necesario. Igual que cuidamos de nuestra hija, intentamos cuidar de nuestra pareja, generando espacios para nosotros. También vengo siendo consciente de mi responsabilidad en generar los espacios necesarios, dentro de las posibilidades del día a día, para cuidar de mí y de mis necesidades. Sirviéndome del apoyo que pueda ofrecerme mi pareja, así como el apoyo que yo pueda darle para que ella pueda tomar contacto consigo misma y sus necesidades más allá de la pareja o la familia. Porque existen y es lícito tenerlas y atenderlas. Este triángulo padre-madre-hija me ofrece también esa oportunidad de tomar la posición y la consciencia necesaria de mí mismo, saliendo del automatismo, atendiendo genuinamente a cómo estoy. En este sentido, vengo transitando el duelo de la persona que era antes de ser padre. La paternidad no es solo una oportunidad de transformación, es un evento transformador en sí mismo, ante el que uno puede abrirse y transitar esa transformación integrando lo nuevo que necesite ser integrado, soltando lo viejo que necesite ser soltado y manteniendo aquello que necesite ser mantenido.  La otra opción es resistirse a dicha transformación, algo que me temo que nos aboca al sufrimiento.

Ir dándome cuenta de todo esto va provocando pequeños cambios en mí y en la manera de relacionarme conmigo, con mi familia y con el mundo. Ser padre me ha transformado irremediablemente, lo cual acojo con gusto, honor, responsabilidad y, también, dudas, incertidumbre y miedos. Y muchas cosas más, porque esto solo acaba de empezar…

¿Quieres contactar con Raúl?

Si este contenido te ha resultado interesante y quieres contactar con este colaborador, déjanos tus datos.

Comentarios del artículo

Deja un comentario

¿Quieres formar parte de Novísimes?

Si eres terapeuta, formando parte de Novísimes podrás tener una página personal en nuestra comunidad y publicar artículos y eventos. ¡Escríbenos y te lo contamos todo!

+ Info