La polaridad femenino/masculino: otra mirada al patriarcado

Hoy hablamos mucho de género. La diversidad de identidades, expresiones y formas de vivirlo es cada vez más visible. Esto nos plantea un reto colectivo: adaptar el lenguaje, flexibilizarlo y abrirlo al cambio. Para nosotres, la Gestalt también necesita una renovación en su modo de expresión.

Lara Rodríguez

Educación Social, Gestalt, Experta en Feminismos y Diversidad... Ver más

Raúl Sánchez

Experto en Comunicación y Marketing, Gestalt, Eneagrama... Ver más

Los términos femenino y masculino están llenos de mitos y creencias. Mientras que tradicionalmente lo femenino está relegado a la reproducción, hogar y cuidados, lo masculino a la producción, trabajo y vida pública. El patriarcado además ha acentuado en determinados casos estas diferencias, considerando las masculinas superiores frente a las femeninas.

Sin embargo, estas categorías no son universales ni fijas, sino que cambian según la cultura y el momento histórico. Aún así, siguen impregnando nuestro lenguaje, nuestras relaciones y, también, ciertos marcos terapéuticos.

Un lenguaje construido a través del patriarcado

En la Gestalt es habitual escuchar hablar de “energía femenina” y “energía masculina”. La intención suele ser integradora, invitando a cada persona a conectar con ambas, más allá de su identidad de género. Pero el problema es el vocabulario; cuando llamamos “femenino” a la acogida y “masculino” a la conquista, seguimos asociando cualidades humanas a estereotipos de género.

Esto no solo resulta limitante, también puede ser violento. Como hombre, escuchar que “la acogida es femenina” puede hacerte sentir excluido de esa cualidad. Y oír que “la conquista es masculina” puede imponer  la exigencia de encajar en un rol que no siempre te representa. Si para un hombre cis hetero, esto puede resultar incómodo, ¿cómo será para alguien no binario?

De la polaridad a la multipolaridad

Para nosotres, romantizar la convivencia de “lo femenino” y “lo masculino” en cada persona puede parecer integrador, pero en realidad refuerza la violencia de los polos, negando el papel de la socialización de género en la construcción de nuestra identidad.

Señalar que en cada une de nosotres están ambas energías refuerza patrones patriarcales y niega la multipolaridad, entendida como que las personas no se definen de una manera polarizada, única y excluyente, sino que admiten muchas más definiciones. Y precisamente esta es la Gestalt que necesitamos, la Gestalt con perspectiva de género que se abre a cuestionarse, a transformarse.

Esto nos invita a transformar el lenguaje. En lugar de hablar de “energía femenina” y “energía masculina”, podríamos nombrar directamente las cualidades: energía de acogida, energía de conquista, energía de cuidado, energía de acción… Al hacerlo, dejamos de cosificar el género y damos espacio a una comprensión más libre y realista, recogiendo así las distintas sensibilidades.

Mirada de género para una Gestalt viva

La terapia Gestalt tiene herramientas valiosas para integrar polaridades. Pero si seguimos usando un lenguaje dicotómico y estereotipado, reproducimos los mismos patrones que decimos querer superar. Incorporar la mirada de género no es un añadido, es un paso necesario para actualizar la práctica y abrirla a la diversidad de experiencias que habitan nuestro presente.

No se trata de tener todas las respuestas, sino de atrevernos a hacer preguntas nuevas. ¿Qué pasaría si dejamos atrás las etiquetas “femenino” y “masculino” y empezamos a nombrar lo que realmente queremos expresar?

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